lunes, 15 de febrero de 2010

COMEMOS PURA BASURA






A las 8 de la mañana, cuando los rayos del sol —entrando por los agujeros de las tejas— se hacen insoportables, Armando suele levantarse para volver a sus jornadas en el Mercado de Bazurto.

Prácticamente está viviendo en la calle desde los 12 años de edad. Ahora tiene 21. Él es uno de los recicladores que sobreviven en las entrañas del mercado y en las calles del Barrio Chino, uno de los vecinos pobres que rodean a la central de abastos.

El mismo Armando no sabe en qué momento se convirtió en un habitante de la calle. Lo único que tiene claro es que, para sobrevivir, lo primero que debe hacer es no dormir demasiado para que sus compañeros de infortunio no se le adelanten en la recolección de los desechos que la “Cooperativa de aseadores del Mercado de Bazurto” arroja todos los días en las cajas estacionarias de la empresa Urbaser.

Armando es reciclador, pero los materiales que recoge no son cartones, ni pedazos de madera o metales que acumulan los recicladores comunes y corrientes. Lo suyo es internarse entre los montones de basura para sacar las hortalizas y todo lo comestible que se pueda vender entre ciertos comerciantes del mercado o entre algunas cocineras provenientes de los barrios miserables de Cartagena.

Ya lo conocen los barrenderos de la cooperativa, aunque saben que no es el único que se ocupa de esa tarea penosa. Desde las 8 de la mañana, cuando los escobitas han depositado por lo menos unos diez tanques de la basura que vienen recogiendo en los alrededores del mercado, Armando y sus compañeros empiezan a hurgar para extraer el ají pimentón, la cebolla blanca, el cilantro, el cebollín, el repollo, la lechuga, el aguacate, el zapote, la piña, el plátano maduro y otro montón de comestibles que las colmenas desechan cuando la putrefacción ataca.


En nada se parece la tarea de Armando y sus compañeros a las de los vendedores que toman las hortalizas desechadas de las tractomulas provenientes del interior del país. Mientras estos rescatan, del fondo del saco, la zanahoria en buen estado que el mayorista desechó por tener una mancha insignificante haciéndole sombra, los recicladores se sumergen en las cajas estacionarias, inmunes al hedor de la basura podrida, para recoger las hortalizas en estado de corrupción, quitarle los pedazos agusanados y reunirlos en sacos, cajetas o cajas de plástico que venden entre una clientela, igualmente inescrupulosa, que cocina con ese material y vende comidas en el mismo mercado y en los barrios pobres de la Zona Sur Oriental.
Armando es uno de ellos. Pero se desempeña con tanta tranquilidad y sin apresuramientos, que cualquiera podría creer que el suyo es uno de los oficios más comunes y corrientes del mundo. Con esa misma parsimonia pronuncia las palabras que le sirven para contar la historia de su vida en la calle.


Aunque sucio y sudoroso, procura estar un poco mejor vestido que los compañeros que se internan en las cajas estacionarias con los pies descalzos, sin camisa y con un pantalón corto por toda vestimenta. Son como diez o quince, entre hombres y mujeres, quienes le hacen la competencia.

Pero él ni se inmuta, pues, por alguna designación de la rutina, sabe que de todas maneras al final del día tendrá los siete u ocho mil pesos que le sirven para alimentarse y para comprar los tres cigarrillos de bazuco que consume todas las noches, antes de quedar dormido en el piso de una vieja casona del barrio Martínez Martelo, en donde comparte techo con más de 20 recicladores del mismo perímetro.

Mientras me le acerco, una mujer gorda que porta un delantal oscuro, le entrega una moneda de 500 pesos, a cambio de un mazo de cilantro que acaba de extraer del basural.
“Esa —dice ladeando la cabeza y sin dejar de manipular su mercancía — es una de las que atienden las fonditas malucas esas que tú ves en el segundo piso del mercado o en la avenida del Lago. Con eso hacen cualquier comida. Y eso es lo que comen los carretilleros, los recicladores y todo el que no tenga para comer algo de servicio”.
A sus pies pone una canasta de plástico de color verde, en donde va juntando las lechugas que libró de las hojas podridas y que ya podrían cocinarse, después de una buena lavada con agua limpia.

Mientras aparta los gusanos con las uñas, me dice que “de vez en cuando, entre las canecas viene un pedazo de pollo, de carne de vaca o de cerdo que se dañó en el congelador de alguna colmena, y ya no lo pueden vender. Pero nosotros lo recogemos, le quitamos la parte dañada, que es como de un colorcito verde, y después la vendemos”.

2
En la cabeza semi rapada de Armando se ven las huellas de peleas callejeras antiguas, lo mismo que en los brazos y en el rostro. Es moreno, flaco y de estatura regular. Sus ojos apagados parecen mirar únicamente lo necesario; y sus pómulos en relieve brillan pobremente bajo la insistencia del sol húmedo que reina entre una amenaza de lluvia tempranera.
A pesar de sus experiencias con la mala alimentación y el consumo de estupefacientes de baja estofa, parece tener la memoria fresca; o, al menos, sabe rescatar al instante las imágenes más impactantes de su niñez y adolescencia en el barrio Olaya Herrera, sector El Tancón.
“En esa casa éramos cuatro hermanos y mis papás—cuenta—. A uno de mis hermanos lo mató una volqueta en San Onofre. El otro estaba prestando el servicio militar en los Llanos Orientales, y se accidentó viajando en una avioneta. Mi mamá enseguida metió la demanda, y ganó. Pero cuando empezaron a pagarle el muerto, se desapareció de la casa y más nunca la hemos visto. Después, el otro hermano se comprometió con una pelaíta del barrio, y empezamos a tener problemas.


“Yo, para no estar peleando con ellos, me pasaba el día en la calle y regresaba en la noche a dormir. Así me hice amigo de una pandilla que se llama ‘Los tanconeros’. Yo nunca supe por qué, pero esos manes se la pasaban peleando con “Los panelas”, una pandilla de El Líbano.
“Yo, aunque apenas tenía 12 años, los acompañaba en esas peleas y, como los manes me veían que tenía viaje pa’ las que fueran, un día me preguntaron que si era capaz de disparar un changón, y les dije que sí. En la siguiente pelea nos encontramos con ‘Los panelas’ en un callejón; y yo, con mi changón, me sentía más guapo que el hijueputa. Entonces, al primero que se me acercó le disparé. Cuando vieron al man sangrando, todo el mundo salió corriendo.
“Pasaron un poco de días, no sé ni cuántos. Pero yo iba solo por una calle, cuando de pronto se me aparecen dos manes raros y me van zampando el changonazo. Me tiré al suelo haciéndome el muerto, pero la verdad es que me ardía la cabeza, la espalda y el brazo derecho. Esa vaina es como un poco de balines calientes que te caen encima y parece que te estuvieras quemando. Yo no sé cómo no me siguieron dando. El mismo Dios.
“Ahí fue cuando dije que no iba más con esos manes. Pero tampoco podía quedarme en la casa, porque mi hermano y su mujer ya sabían en lo que yo andaba, y les daba miedo que de pronto fueran a joderlos a ellos también. Entonces me vine para el mercado. Aquí también trabaja mi papá. Él es cotero. A veces lo veo descargando camiones. A veces hablamos, y me dice que vaya a visitarlo, que está viviendo solo. Pero a mí no me gusta salir de este pedazo.
“Cuando llegué al mercado, me conocí con unos manes del Barrio Chino, que venden drogas. Un día, tomándonos unos tragos, me dieron a probar una pastillita que le dicen ‘La piola’. ¡Qué vaina hijueputa! Eso te quita el miedo, te sientes capaz de lo que sea. Allí supe que cuando alguien quiere matar a un enemigo, busca a un pelao de la calle, le da una pastillita y una pistola. Y el pelao se mete donde sea y mata al que sea.

“Como dos o tres veces probé ‘La piola’. Pero siempre que la metía, tenía que tomar mucho agua, comer y esconderme en algún rinconcito para matar el viaje, porque podía hacer una locura. Ahora, mejor me compro mis tres papeleticas de bazuco cuando termino de trabajar y me voy a dormir.”

3
Cuando termina su relato, Armando tiene un número considerable de bolas de lechuga dispuestas dentro de la canasta de plástico; y calcula que por ese cargamento podrían darle unos dos mil pesos.

Está avanzando la mañana, y los barrenderos siguen vertiendo tanques de basura en las cajas estacionarias. Pero no sólo basuras, sino también un líquido oscuro y nauseabundo que invade con su olor casi todo el espacio en donde funcionan colmenas y cuartos de refrigeración. Le llaman “lixiviado”.

Dicen los barrenderos que el mismo líquido que emana de las basuras es tomado por los laboratoristas de la empresa de aseo Pacaribe para someterlo a un tratamiento del que sale otro líquido al que llaman “ambientador”, para eliminar las bacterias que producen el mal olor que se respira mientras se desarrolla el proceso de limpieza y deposición de desperdicios en las cajas estacionarias.

“Una cosa que no saben los recicladores —advierten los barrenderos—, o no les importa, es que ese líquido, aunque sea ‘ambientador’, es tóxico. O sea, los que están consumiendo los almuerzos que preparan con las hortalizas que sacan de la basura, podrían terminar hasta muertos, no solamente en el mercado sino también en un poco de barrios pobres”.

Algunos dueños de colmenas que laboran cerca de las cajas estacionarias creen que las autoridades de salud deberían hacer algo para detener la inminente emergencia, “pero algunos se la pasan pidiéndole plata a los dueños de las colmenas para no cerrárselas si les ven que incumplen alguna de las normas sanitarias”, dicen con cierto dejo de animadversión.
Cuando son las 10 de la mañana, Armando lleva el pedido de lechugas y regresa a seguir rebuscando entre las cajas estacionarias. Sigue conversando con la voz lenta y bajita que tenía desde el principio, a la vez que va limpiando otra bola de lechugas que los escobitas acaban de arrojar.

Mientras lo hace, un grupo de coteros descansa en el suelo y bajo la sombra de las tractomulas. Desde el seno de ese grupo surge una voz áspera que le aconseja a Armando agredirme:
—¡Zámpale una lechuga por la cara!—le gritan—
—¿Por qué?—pregunta Armando.
—¿No ves que te está tomando fotos?
—Nada. El vale está trabajando.
El reciclador sigue imperturbable en el momento en que me cuenta que, después de la una de la tarde, el rebusque en las estacionarias disminuye, porque ya se han servido los almuerzos en las fondas de mala muerte; además de que las cocineras que habitan en los barrios subnormales no vuelven más al mercado sino hasta el día siguiente.

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A estas alturas, Armando ya tiene casi completos los 8 mil pesos reglamentarios y se dispone a comprar algo de comida para sentirse fuerte antes del ritual alucinógeno de la noche. A veces, después haber almorzado algo, colabora con los diferentes comerciantes cumpliendo ciertos encargos que no todos se atreven a hacer.


Otras veces, cruza hasta la ciénaga de Las Quintas, en el antiguo sector La Islita, y se dedica a conversar con otros recicladores mientras arma sus cigarrillos de bazuco para las siguientes cinco horas. Me dice que en algunas ocasiones, cuando el botín en las estacionarias es bastante significativo, algunos recicladores se pelean la mercancía y hasta se producen heridas a punta de cuchillo o de pedazos de botella.

Para Armando y sus compañeros la lluvia no deja de ser un inconveniente, sobre todo cuando cae en las primeras horas de la mañana, que suelen ser las más productivas de la jornada. Cuando se precipita en la noche, suelen buscar protección en los rincones más innombrados del mercado y del Barrio Chino, hasta que pueden salir y dormir bajo techo seguro.
Para los menos complicados, cualquier piso es una cama; y cualquier plástico, una colcha con la que pretenden protegerse a cabalidad del rigor de los elementos. Sin embargo, y a pesar de sus desavenencias con la vida, Armando todavía conserva algunas esquirlas de la dignidad que le permite proveerse de cartones gruesos que separen su cuerpo de la agresividad del piso, mientras duerme en la vieja casona del barrio Martínez Martelo.
Cuando se acercan las 7 de la noche, se dirige a la guarida en donde le venden las tres papeletas de bazuco. Luego consigue tres cigarrillos baratos, les extrae el tabaco, lo mezcla con el bazuco y prepara el tranquilizante que lo mantiene durmiendo hasta que el sol vuelva a colarse por entre los agujeros del techo.

Hace unos días me informaron que los escobitas debieron llevarlo a la sala de urgencias de una clínica cercana, después de que unas galletas que encontró en las canecas estacionarias le produjeron dolores, diarrea y vómito que amenazaron con matarlo. Su mamá reapareció y lo acompañó hasta que le dieron la de alta.
No lo han vuelto a ver en las estacionarias, pero es posible que regrese pronto a rebuscar la vida dentro de un montón de cosas muertas.

16 comentarios:

jose alejandro dijo...

una documental muy aterador, pero bueno hoy en dia hablar de la calidad y seguridad de los alimentos o incidentes toxicos con alimentos ya no es noticia, a lo largo del tiempo an surgidos normas y parametros que pueden evitar la contaminacion y el uso inadecuado con los alimentos perecedero, pero siertas normas no son cumplidas por las personas que se encargan de el manejo de estos productos, podemos decir que hoy en dia que las personas que consumen estos alimentos, son personas que estan imunisadas a las bacterias y otros agentes contaminantes, de tal manera estan conviviendo los controles publicos y privados en muchas ocaciones recomendados o exigidos por las cadenas de compra y distribucion a convatir la contaminacion y asegurar la inocuidad y el control de calidad requerido por los alimentos, quizas si estas personas algun dia de su vida pisaran un plantel educativo quizas no harian su trabajo, o por nesecidad de sobreviri lo hacen....

Unknown dijo...

En Cartagena, a pesar que se ha avansado en el tema de conciencia ciudadana, todavia hay mucho trabajo por realizar. Ser pobre no significa ser desarmado ni mucho menos es justificacion para aprovecharse de la necesidad e ignorancia de las demas personas.

Para aquellos que piensan que la plata esta echa y lo que hay es que buscarla les digo que si tienen razon pero se debe hacer de forma honesta y no pensar unicamente en el veneficio propio.

por otra parte, estamos a pocos dias de los comicios electorales y desafortunadamente estas personas que pretenden ser elegidas en el senado, la camara, el parlamento andino y la precidencia de la republica muy seguramente como ha venido sucediendo a traves de todos los años prometen el cielo y la tierra mientras estan en campañas electorales y luego de ser elegidos y estar ganandose salarios exorvitantes se les olvida que aquellas personas que lo eligieron en ese puesto necesitan comer, pagar cuentas, pagar una vivienda.... necesitan ayuda para poder sobrevivir y no llevar una vida de sosobra.

finalmente si "comemos pura vasura" ya que ese es el camino que nuestros gobernantes nos dejan

rodrigo maza dijo...

sin darnos cuenta y sin saber de donde provienen los alimentos, llegamos a ellos y los consumimos, no sabiendo si estos han pasado por procesos de limpieza con el fin de garantizar la inocuidad de los mismos, de ahi es de donde existen muchas enfermedades como la ecolitis, salmonellas, entre otras, las cuales son transmitidas por los alimentos. yo pienso que es necesario tomar medidas alguna con las ventas callejeras de alimentos para el consumo humano, ya que èstos no aseguran las caracteristicas buenas que contienen los alimentos para que una vez ingeridos no presenten riesgos para la salud de los consumidores.

Ing. Liliana Puello López dijo...

Muy bien Edwin, excelente comentario.

Luis Manuel dijo...

Este texto muestra dos problematicas que aunque abarcan distintas perpectivas su peligrosa relación hace de ellas un problema aun mas grave.
Por un lado encontramos, la problematica desde la perpectiva social, teniendo en cuenta la dura situación por la que vive armando, quien sumido en las drogas y en la indingencia, se dedica "sin tener idea, quizas" a contribuir en la falta de higiene e inocuidad alimentaria. Es necesario destacar que la inocuidad alimentaria es aquella que ofrece la garantia de que un alimento no causara daños a sus consumidores y que se realizan de acuerdo al uso alq ue se destina. En este caso como podemos darnos cuenta esto no se ésta cumpliendo, pues como lo dice perfectamente el titulo, estas pesonas no estan comiendo alimentos, sino BASURA, lo cual puede traer para ellos graves consecuencias al organismo humano(ETAS= enfermedades de transmision alimentarias), situacion que pudimos observar, vivió armando con la galleta que comió. Es triste loq ue ocurre, y aunque no es un problema local, pues la seguridad alimentaria ha tenido muchas fallas a nivel mundial, no deja de ser un problema grave, especialmente para estas personas que escasamente tiene para el diario vivir.

nasly manjarres dijo...

Dentro de la población vulnerable de Cartagena encontramos a diario personajes como armando que viven de esta actividad no muy conveniente para su salud.
Hay muchos problemas de tipo familiar, económico y sobre todo falta de afecto, que conlleva a personas como estas, a dedicarse todos los días a manipular los desechos, no teniendo en cuenta la gran cantidad de bacterias y microorganismos que en ellos habita.
Dentro de todo lo que se comparte en l documento hay algo muy importante, y es que no podemos confiar nuestra alimentación a terceros ya que en realidad no sabemos de donde provienen cada uno de los ingredientes a consumir en la calle, así que es mejor evitar comer en la calle.
Es por esto que las autoridades de salud deberían recurrir a cualquier medio para que esta situación no se presente, realizar campañas de sensibilización y hasta obsequiarles cursos para que se superen y puedan tener un trabajo digno.

Atte. Nasly Manjarres mercado
IV semestre control de calidad

ulises sanchez vergara dijo...

A partir de este texto, podemos observar la mala calidad de estos alimentos, y de igual forma la mala alimentación de estas personas.
Muchas veces compramos alimentos en diferentes partes y no nos percatamos de que estos sean limpios y se encuentren en buenas condiciones para nuestro consumo.

¿Como una persona se puede alimentar de los desperdicios de estas verduras? La mayor parte de las enfermedades se presentan debido a este tipo de consumos, por ende es importante tener en cuenta el lugar en donde compramos los alimentos.

Por otro lado ay que tener en cuenta las normas que rigen la calidad de los alimentos y donde se pueden aplicar de la mejor forma, teniendo en cuenta el lugar a donde se necesite, de esta manera no permita daño en el consumidor

Jennifer dijo...

El texto tiene un contenido muy realista de lo que se vive en las plazas y no solo hay que citar que en la de Cartagena se vive eso, Bogotá con Corabastos, en Cali, Medellín, Barranquilla entre otras ciudades la situación es alertadora; la disposición final de los residuos o basuras entre orgánicas y no orgánicas son uno de los mayores problemas en todo el mundo, Cartagena no ha creado una cultura y mucho menos la plaza mayorista del Bazurto en el habito de cómo se tratan los residuos, en especial como lo menciono el argumento los orgánicos.
Factores como situación económica hace que estos moradores “Recicladores” se lancen a buscar opciones como el rebusque, su cultura (pensamientos, capacitación y forma de vivir), contribuyen a la problemática de los recicladores de estas clases de producto, incluso políticas como los estrictos controles sanitarios para los locales y puestos de servicio en esta zona, ya que se puede percibir que en esta localidad de la ciudad la gente es ignorante o desconoce el peligro latente por el cual todos los días ganan sus pesos.
La realidad no es subjetiva y más si nos enfrentamos a estos panoramas que gente de alta burguesía a veces desconoce, pues no quiero entrar en polémica con respecto a la política pero tenemos un país rico en todos los recursos, la pregunta es porque el gobierno mal administra estos recursos? en vez de capacitar al personal de estas zonas, llevar controles estrictos ambientales y sanitarios, crear otras expectativas de trabajo acerca de los residuos y alertar a este personal el peligro que corren al consumir estos tipos de alimentos sin inocuidad.
Basta con solo decir que no todo es tan negativo hay proyectos ambientales que contribuyen a que el Bazurto sea más ameno para las personas que todos los días trabajan y viven de esta labor, la tarea es ardua y tediosa pero si no se llevan estos controles ¿será que seremos los próximos perjudicados por una posible epidemia?

carlos carrasquilla dijo...

lo que vemos en el articulo no es algo nuevo en Cartagena a pesar de los controles que se están haciendo por parte de las autoridades no son suficientes, ya que no solo se debe controlar este tipo de situaciones sino que se debe sensibilizar a las personas para hacerles entender que no solos están poniendo en riesgos su vida al estar expuestos a este tipo de contaminación que en el futuro puede traerles serias complicaciones de su salud e incluso ocasionarles la muerte.
ademas se esta poniendo en peligro a las personas que por su ignorancia o que por buscar economía acceden a comprar alimentos que no cumplen con las condiciones higiénicas, aunque la realidad que se esta viviendo en nuestra ciudad esta frente de nuestros ojos parece como sino nos importara, todos sabemos que el problema esta ahí pero no hacemos nada para solucionarlo simplemente nos hacemos a un lado y seguimos nuestro camino como si nada.
aunque ciertas personas que realizan este tipo de actividades se auto-justifican por no tener empleo, por su condición social, por que no saben hacer mas nada, estos son problemas que deben ver las autoridades y los dirigentes políticos de esta ciudad, y que dejen de vender la cara bonita de Cartagena y se preocupen mas por mejorar las condiciones de vida de sus habitantes.

adripater dijo...

Armando solamente es las muestra de la forma de vivir de muchas personas en cartagena, representa la punta del iceberg de la sociedad en la vivimos, cualquiera puede caer en los pasos que él esta siguiendo, pues la pobreza, el desespero, la juventud y hasta las ganas de vivir se conjugan para formar una persona sin escrúpulo alguno de vender algo que puede ser dañino para los demás.

Un personaje que recicla comida sin medir consecuencias es mucho más preocupante que la procedencia de la comida misma, no digo con esto que no me importe lo peligroso que puede resultar el consumo de estos alimentos, como estudiante de control de calidad debería recomendar a las personas que miren muy bien donde compran lo que consumen a diario, pero, no sirve de nada contra una población que no tiene otro sitio que mirar.

Resulta penoso que así como Armando hay más jóvenes que se encuentran todos los días solo buscando vivir el próximo, absortos en una rutina que para cuando se quieran dar cuenta, ha abarcado casi toda su vida, pero resulta mucho más avergonzante que personas en ese mismo rango de edad en que se encuentra Armando, hagan como que no pasa nada y sigan pretendiendo vivir diariamente sin el mas mínimo interés en mejorar la situación.

¿Cuál es el problema en verdad?, es la pregunta que todos deberíamos hacernos antes de criticar la forma como otras personas intentan sobrevivir en el mundo, ¿Qué se violen todas las normas para garantizar la inocuidad de los alimentos habidas y por haber, o la indiferencia de aquellos que si pueden escoger donde comer?, para saber esto debemos hacer lo mismo que hace Armando con sus verduras: quitar lo podrido, retirar los gusanos que llevan tantos años creciendo y utilizar el resto que este bueno de nuestra conciencia para idear una forma de asegurar la calidad, si, la calidad, pero no sólo de los alimentos sino de las vidas de seres como Armando.


ADRIANA MARÍA PATERNINA PÁEZ
VI SEMESTRE TECNOLOGÍA EN CONTROL DE CALIDAD
FUTCO-CARTAGENA

Cielo Del Mar dijo...

Sin duda, éste ha sido uno de los artículos mas tristes que he podido leer. Desde siempre he sabido la situación de los habitantes de la calle: su incomodidad a la hora de dormir, su mala alimentación y, sobretodo, sus vicios. Sin embargo, no había tenido la experiencia de leer una historia tan real como la de Armando.

Soy conciente de que no es la mejor manera de 'ganarse la vida', pero, al mismo tiempo, me coloco en el lugar de este pobre hombre y, realmente, no sé si haría lo mismo...

Desafortunadamente, los caprichos de una sociedad capitalista ha creado barreras entre nosotros, la desigualdad social se hace cada vez mas grande, y la corrupción de aquellos que tienen el 'poder' para 'gobernarnos' ha hecho que aumente el índice de desempleo y, con éste, la indigencia... Pero, ¿Qué hacemos nosotros por cambiar esta cruda realidad?, ¿Cómo podemos contribuir al cambio? Preguntas como estas son las que me hago cada vez que encuentro personas como Armando en las calles, y cada vez que leo artículos como éste, que muestran un poco la situación de tanta gente...

En cuanto al artículo, puedo decir que ha sido muy bueno... Y creo que información como ésta debe ocupar una sección especial en los periódicos, noticieros y revistas de nuestro país y de todo el mundo...

JOSE MANUEL RIOS dijo...

Realidades como estas, que son desconocidas por muchos, dejan entre ver dos cosas. Primero el grado de pobreza y miseria en que viven muchos Cartageneros, quienes son capaces de hacer lo que sea, sin importar a quien se dañe, para suplir sus necesidades. En segunda medida me parece que el desconocimiento y la falta de cultura es tal, que la gente no sabe al riesgo que se expone en estas condiciones infrahumanas. Por lo tanto creo que las instituciones encargadas deberian ejercer mas autoridad y controlar este tipo de condiciones sanitarias

gracias

oswaldo dijo...

En Cartagena al igual que en otras ciudades y países del mundo, está sucediendo, y son muy pocas las personas que toman el tema a conciencia. por qué? porque las personas que tienen el poder y creen que este problema solo son de las personas más pobre del planeta se dicen a si mismo ¨no escucho nada, no veo nada, y por lo tanto no hablo nada¨ este es el pensar capitalista que se esta llevando al mundo a lo mas mísero que pueda ver a lo más oscuro que existe, solo piensan en llenarse los bolsillos de dinero para sus viene y servicio y se olvidad de sus hermanos de mundo los mas pobres los que necesitan esas personas que darían lo que fuera por un pedazo de pan. Y a mi mente vine una pregunta que es: ¨donde está la moral y ética de los que se creen la burguesía del mundo capitalista¨ e ay el destino del mundo y el futuro de nuestros descendientes ¨LA MORAL¨

Jose Calixto Rios Cowan dijo...

Esta es una triste y penosa realidad no solo en cartagena sino en colombia entera, gracias a los problema sociales que existe en el pais. Sin embargo los altos indices de pobreza en cartagena no son mas que una autoresistencia al cambio, siempre se toma el camino mas facil que solucione nuestros problemas sin luchar previamente, que sumado con el conformismo, el no trabajo en equipo y el no sentido de pertenencia, nos llevan a este tipo de situaciones extremas y egoistas, que con el fin de beneficiarce pocos perjudican a muchos que son los consumidores de estos alimentos contaminados que seguramente mostrará sus efectos a largo plazo. Igualmente las autoridades de salud competentes se hacen las ciegas y aplican la ley a su conveniencia para lucrarse. Pienso que para alcanzar la cultura de calidad falta trabajar un poco mas en la ciudad, sin embargo no es imposible.

empresanasly dijo...

Dentro de la población vulnerable de Cartagena encontramos a diario personajes como armando que viven de esta actividad no muy conveniente para su salud.
Hay muchos problemas de tipo familiar, económico y sobre todo falta de afecto, que conlleva a personas como estas, a dedicarse todos los días a manipular los desechos, no teniendo en cuenta la gran cantidad de bacterias y microorganismos que en ellos habita.
Dentro de todo lo que se comparte en l documento hay algo muy importante, y es que no podemos confiar nuestra alimentación a terceros ya que en realidad no sabemos de donde provienen cada uno de los ingredientes a consumir en la calle, así que es mejor evitar comer en la calle.
Es por esto que las autoridades de salud deberían recurrir a cualquier medio para que esta situación no se presente, realizar campañas de sensibilización y hasta obsequiarles cursos para que se superen y puedan tener un trabajo digno.

Atte. Nasly Manjarres mercado
IV semestre control de calidad

GOlierD dijo...

Donde están las autoridades encargadas del control sanitario de los sitios que venden este tipo de comidas????, que por unos cuantos pesos dejan pasar todo este tipo de anomalías sin importarle lo que le suceda a los demás, lo mas duro y triste de la realidad es que este tipo de porquerías no solamente se presentan en el mercado de bazurto, también se presenta en la mayoría de restaurantes expendedores de comidas chinas. Mano dura contra las entidades de control!!!

GOlierD
08112164